Educar nuestro oído para tocar un instrumento de viento
Para cualquier instrumentista, el sonido, tiene o debe de ser su mayor “preocupación”. Gozar de un buen sonido requiere trabajar muchos factores, pero sin duda, la cualidad de tocar bien afinado, es el más importante.
Podríamos definir afinación, dentro de nuestra cultura occidental, como el acto de tocar lo más afínmente al sistema de afinación y temperamento. El más aceptado en nuestra música, es a 440hz el La4, o a 442hz, atendiendo a la tradición española.
Nuestra “forma de afinar” navega entre dos sistemas de afinación: el Temperamento igual y el armónico. Entre los dos hay leves diferencias entre los intervalos justos, y se hacen un poco más grandes entre los demás. Entre el estudio de los dos mezclados versaremos nuestro trabajo.
El oído interno
El acto de tocar bien o mal afinado siempre va ligado a nuestro trabajo con el oído interno. Si nuestro oído sabe cómo deben sonar las notas bien afinadas, nuestro cerebro se pondrá a trabajar en base a una referencia interna que es nuestro oído y mandará a nuestro cuerpo señales.
Esas señales que manda nuestro cerebro a nuestros músculos, dedos, etc. harán que se posibilite en una buena transmisión sonora. Con flexibilidad, que se consigue con el entrenamiento, será una de las piezas claves en la consecución de nuestro objetivo.
Uno de los errores, a mi juicio, que se comete al estudiar afinación cuando eres estudiante (o no), es versar principalmente el trabajo de la afinación sobre una máquina: el afinador.
El trabajo con el afinador debe de ser un trabajo que nos sirva como guía, entre otras cosas, para tener una idea de cómo esta nuestro instrumento, como máquina, de mal/bien afinado. Como una ayuda. Esa información que nos da el afinador debe servirnos para tener una referencia general y ponernos alerta con las distintas notas de nuestro instrumento. Pero es solo un “chivato”. O acaso cuando vemos las lucecitas del aparato (el afinador que nos dice que estamos altos o bajos) no modificamos nuestra embocadura, garganta, o dedos sin tan siquiera escucharnos. Pensad sobre ello.
Las referencias visuales que nos marca el afinador, o nuestro profesor que nos dice si estamos altos o bajos, no sirven si no tenemos un oído interno que sea el motor para nuestra capacidad de afinar.
Nuestro oído interno es esa capacidad alojada en nuestro cerebro que nos dice cómo debe sonar la nota. Y no solamente nos dice cómo debe sonar esa nota en referencia a las demás que suenan a la vez (afinación armónica), también las que suenan melódicamente (afinación melódica).
¿Cómo podemos educar nuestro oído?
Siento decirte que no existe una fórmula mágica, y dependiendo de las capacidades innatas de cada individuo, necesitaremos trabajar más en unas que en otras.
Antes de entrar en cómo lo haría yo, debo tener unas palabras y hablar de la «máquina» (el saxofón).
Hablaremos de cómo entrenarnos para conseguir el objetivo, pero para tocar un instrumento nos hace falta el mismo. Y por eso he de aconsejar, y más cuando empezamos a estudiar de pequeñitos, que lo más idóneo es tener un buen instrumento. Y con buen instrumento no quiero decir de los más caros, pero sí uno de los que nos permitan avanzar en esa dicha, es decir, desechando los más baratos de marcas extrañas que nos ofrece el mercado. Acostumbrarse a escucharse mal sonido y desafinado puede hacer que luego nos cueste muchísimo trabajo desaprender lo aprendido.
Para trabajar la afinación con el saxofón, podemos imponernos dos objetivos prioritarios:
- Afinación melódica. Estudiaremos cada nota independiente, como si no nos rodeara nada más que nuestra idea de esa nota.
- Afinación armónica. Añadimos al punto anterior que el trabajo debe ir enfocado a la ocupación armónica de la nota que estamos estudiando, ver su jerarquía y significado. Por lo tanto, ahondaremos en esa flexibilidad auditiva que nos hace falta como intérpretes musicales.
Estos dos objetivos sumados harán la consecución de otro objetivo adyacente que es la igualación del instrumento entre los registros.
Guía de trabajo
Para conseguir estos objetivos, podemos dividir el trabajo en dos partes principales: trabajo sin el instrumento y/o trabajo con el instrumento. No sabría qué porcentaje de nuestro trabajo debe tener cada parte, pero creo que tendría que estar cerca del 60% sin el instrumento y del 40% con el instrumento.
El trabajo sin instrumento
El trabajo sin el instrumento justificaría ese momento en nuestras vidas en el que estudiamos Lenguaje Musical. Solfeo, dictados o coro fueron esas materias que cuando éramos estudiantes tan poco nos gustaban pero que, sin duda, tan importantes han sido y lo siguen siendo.
Por eso invito a que el trabajo de cantar (solo y acompañado), escuchar música, etc. sea un hábito que nos acompañe como rutina toda nuestra carrera musical. Esto nos ayudará a externalizar nuestro oído interno. Aquí uno de los pilares del éxito sin duda.
El trabajo con instrumento
El trabajo con el instrumento podría dividirlo a su vez en dos partes: Trabajo específico y grabación-escucha de los ejercicios.
Dentro del trabajo específico propongo varios ejercicios a trabajar en dúo que publicaré en mi web. Ya sea con la ayuda de un piano acústico o eléctrico, o con la ayuda de otro instrumentista (profesor, grabación, compañero…) estos ejercicios deben hacerse con detenimiento y detalle. Se debe escuchar y degustar cada nota y no pasar a la siguiente hasta escucharlas “correctamente” afinadas.
Hay que sentir e interiorizar los llamados “gua-guas” o “batidos”, que son la percepción física de las ondas. Cuanto menos “guaguas” o más grandes y dilatados los escuchemos más afinaremos estaremos. No escucharlos, en intervalos justos y unísono, es nuestro propósito.
Por el contrario, la desafinación produce muchos y muy rápidos. Como presentamos anteriormente, trabajaremos sobre dos sistemas de afinación. Aconsejo trabajar primero los intervalos justos (unísono, cuartas, quintas y octavas), para adiestrarnos en esto de escuchar los batidos y saber modificar nuestra afinación y de dotarnos de esa tan importante flexibilidad. En los intervalos justos dejaremos que se anulen esos batidos. Cuando trabajemos los intervalos mayores o menores tendremos que tener siempre una percepción armónica de la afinación. Para ello, a grandes rasgos, propongo hacer más bajos de afinación los intervalos mayores y un poco más grandes los menores, por eso de compensar esa diferencia que surge entre la partición de la octava en doce semitonos.
Estos ejercicios de afinación siempre será muy aconsejable trabajarlos con alguien que nos guíe, pero grabar y escuchar nuestro entrenamiento técnico nos ayudará a corregir aspectos que en el momento no apreciamos. Haced la prueba de tocar una obra para saxofón solo, por ejemplo, y escuchar la grabación posteriormente. Tu oído analítico va a empezar a escuchar esa afinación melódica de otra manera.
En resumen, podemos afirmar que el trabajo de tocar afinado es una capacidad que desarrollamos a lo largo de nuestra vida. Esa capacidad requiere un entrenamiento persistente y diario y no solo en materia instrumental. Una pista: el canto será la clave.